MOSAICO

 

OIL ON PANEL/OLEO SOBRE MADERA:   BREVE DESCRIPCIÓN


El trabajo MOSAICO es una pintura de gran formato compuesta por 140 modulos, cada uno de 34 x 34 cm. (óleo sobre madera), lo que da un total de 340 cm. de alto por  476 cm. de largo. Cada modulo es una peuqña pieza de la reticula que finalmente arma el doble autorretrato que es a su vez una parodia a "Las dos Fridas" y un homenaje a la pintora de tantos autorretratos, Frida Kahlo.

La imagen se conjuga por partes, y cada una con distinta cantidad de píxeles. Eso permite jugar con cambios de resolución, desenfoque o distorsión de la imagen. Los rostros y las manos tienen 400 píxeles por modulo. El corazón y la orfebrería tendrán 256 píxeles por cada modulo, mientras que las partes que completan el cuerpo tendrán 144 píxeles. Para esta exhibición, el fondo y la imagen que aún no está, se irá completando gradualmente por un video en loop proyectado sobre la imagen y en menor resolución aún.

 


Segundo Montaje MOSAICO. 340 X 478 cm.
Segundo Montaje MOSAICO. 340 X 478 cm.

Proceso

Primer montaje

Segundo montaje/pintura y video

 


Santiago, Agosto de 2010 

 

 

…como si se tratara de asediar a las imágenes, de hacerlas sufrir agotando sus efectos hasta convertir el libreto con el que quizás había soñado (lo esperamos) en una parodia sarcástica, en una pornografía de imágenes.

                                           Jean Baudrillard

 

Esta no es una imagen en la que no hay nada que ver: es una pintura en la que no hay nada que ver, pero que al mismo tiempo muestra todo obscenamente. Ofelia Andrades parece decir: no siento nostalgia de los valores estéticos antiguos.

¿Qué hace que esta pintora de oficio, virtuosa, expertísima, abandone la rigurosidad de la domesticación de la materia con la que acometía un buen modelado?

Pienso en dos tentativas respuestas o acaso tres. La primera tiene que ver con la resistencia, resistencia del ejercicio adictivo de permanecer pegada a las consignas académicas de amor por la representación realizado durante toda su vida artística: abruptamente se entrega a una práctica inobjetable, donde sólo resta del antiguo oficio la delicadeza en repetir los tonos cromáticos, la diáspora de matices que contiene un pequeño segmento que a la vista común no tiene principio ni fin, procedimiento que desmantela la ilusión, como si una mancha fractal o infinita fuera analizada quirúrgicamente, resistencia a su vez, en segundo término, por hacer residencia en un taller de pintor en calle Monjitas con Miraflores —la misma casa señorial de Inés Puyó que ya antes del terremoto último parecía estuviera a punto de desplomarse, condenada, como está, en su estatuto de edificio patrimonial—, allí trabaja la artista encumbrada en el tercer piso.

Resistencia quizás a decir algo, en tercer orden, como si hubiera algo que proteger, tal como ocurre en los reportajes de televisión, que pixelan los rostros de los niños o de los que no quieren revelar su identidad, o de las partes púdicas.

Una vez más vemos el retrato de ella misma, en una escena de doble imagen  como en la pintura de Frida Khalo: Andrades configura un homenaje solapado a la autora de tantos autorretratos, retirada de su más íntima filiación con la tradición de la pintura, trabaja esta vez con el campo cromático ordenado por la herramienta photoshop que elabora con precisión las agrupaciones de pixeles de la pantalla, según secuencias de escala programadas, echando en la papelera su densidad, su enigma, su excentricismo, demostrando nuevamente —resistencia— en demorar un día para resolver 1.5 módulos de una imagen que contabiliza 14 en el ancho y 10 en altura, lo que dejará por saldo una imagen de casi 5 metros por 3 metros cuarenta de ancho. Estas notas me fueron enviadas por e-mail de la autora indicando al final de éste: “pero hay días en que descanso un poco”.

Dentro de las intenciones de Mosaico, está además volver la vista hacia el arte latinoamericano dejando los referentes europeos de los que se ha valido hasta ahora para construir las “parodias de tipo reverencial” como ha definido ella misma las reconstituciones de escenas de pinturas holandesas, alemanas, francesas, etc., y para reforzar el vuelco hacia lo local, animada por un déficit de pertenencia, posa para la fotografía que reedita la pintura las dos Fridas, con el huipil y trarilonko, más un corazón plástico y metálico de marcado kitsch.

Mosaico es una obra visible a larga distancia: este revoltijo de escalas (cuatro, a saber) nos dejará más o menos visibles las partes, configurándose, monumental, mientras la muestra permanezca abierta a público, lo que nos hará presenciar una obra en progreso. La promesa no sería sólo recuperar los aires del pintor de la vida moderna, sino además restarle un poco de gravedad al cautiverio al que el público, sobre todo especializado, somete a los autores.

 

                                                                                                                                       Catalina Donoso

                                                                                                                                       Artista Visual